miércoles, 29 de noviembre de 2017

El desarme argentino tras la guerra de Malvinas: de una "Blitzkrieg" criolla al nuevo "Tratado de Versalles"


La desaparición del submarino ARA San Juan desnudó la realidad: la Argentina está en un alarmante estado de desarme, desprotección y vulnerabilidad. Las fronteras terrestres y aéreas ya estaban vencidas, ahora se sabe que eso también sucede con nuestro mar. ¿Cómo entender este drama argentino? No todo es tan simple como cargar las culpas sobre la actual administración y el Gobierno que la precedió. La historia, mucho más compleja, en el artículo a continuación.
Por Marcelo García




“A la Argentina hay que sumirla en el barro de la humillación”.
Winston Churchill nieto, durante la Guerra por las Islas Malvinas, 1982.

Límites permeables.
La tragedia del submarino ARA San Juan, desaparecido en aguas del Océano Atlántico sur desde el miércoles 15 de noviembre de 2017, puso en vilo a la Argentina toda y en pleno conocimiento del mundo entero sobre el alarmante estado de vulnerabilidad y desprotección de la Nación sudamericana.
Como era de esperar, la presencia de un vasta fuerza naval multinacional desplegada en aguas jurisdiccionales argentinas que -respondiendo a viejos y bienvenidos códigos navales- se sumó a la desesperada búsqueda del S-42, degeneró de inmediato en un aluvión de variopintas expresiones que fueron, sin término medio, del agradecimiento sincero por la ayuda recibida a las más airadas protestas dada la (según algunos) evidente invasión extranjera que quedaba a la vista una vez más.
Tampoco faltaron las bajezas humanas y las típicas chicanas político-ideológicas que, en un caso como este, agitan pasiones, liberan fanatismos y sacuden los más profundos sentimientos del ser nacional.

Los más simplistas desviaron la atención unicamente hacia la "grieta" abierta por el régimen (en eso se convierte un Gobierno tras tantos años ininterrumpidos en el poder) kirchnerista que hizo y deshizo en la Argentina a su entera voluntad y, luego, a la gestión macrista que -al menos en apariencias- se presenta a sí misma como la antítesis de todo lo que manejó los destinos del país con anterioridad.
La cuestionada "reparación de media vida" del submarino ARA San Juan en 2014 y la más reciente revisión (1 mes antes del drama) en los astilleros de la firma Tandanor, fueron acaso la panacea de quienes pretendieron circunscribir a ese tan acotado lapso de tiempo un problema que viene de larga data y pone en peligro la seguridad nacional.

Es cierto que el submarino ARA San Juan (comprado a la firma alemana Thyssen-Krupp en 1985) era una nave vetusta (lo que no implica que no estuviera en condiciones de operar). También es cierto que los tres sucesivos gobiernos kirchneristas (uno de Néstor Kirchner y dos de su heredera política, Cristina Fernández, como profundizadora del "modelo") siempre se mostraron muy afectos a inaugurar (y reinaugurar) grandes obras de "cartón pintado" (hospitales, ramales ferroviarios... ¿un submarino también?) y tampoco es menos cierto que la Administración del presidente Mauricio Macri, no es precisamente un sinónimo de respuestas concretas y garantizada claridad. Pero estos eslabones en la larga cadena de impericia, irresponsabilidad, desidia, corrupción y flagrante traición a la Patria no fueron los únicos y los primeros que llevaron a la dramática situación de indefensión y desarme que agobia a la Argentina y que la ha llevado a la situación actual.

Todo tiene su origen en el preciso momento del final de la guerra que enfrentó a la Argentina y Gran Bretaña por el control de las Islas Malvinas y el archipiélago del Atlántico Sur. Un conflicto bélico gestado contra natura por el régimen militar argentino en 1982, que fue pensado como una fulminante "Blitzkrieg" (guerra relámpago) a la criolla y que, pese al esfuerzo, culminó en un nuevo "Tratado de Versalles" del que la Argentina ya no pudo liberarse jamás.
¿O acaso alguien llegó a pensar que la derrota en la guerra no iba a acarrear dolorosas consecuencias para los perdedores propiciadas por la triunfante coalición internacional?
Para la ilusa Argentina, la "victoria" estaba en haber puesto el "tema Malvinas" en primera plana de la prensa mundial. Pamplinas.
Gran Bretaña, en cambio, logró usurpar nuevamente las islas, pero a costa de grandes pérdidas económicas, no solo por la guerra sino también por la posguerra, ya que -de hecho- debieron construir una enorme base militar y prescindieron de todas las ventajas que Argentina daba a los isleños previo al conflicto, por lo cual se encareció el mantenimiento del más importante bastión británico en el Atlántico Sur. Desde el 1982 a 1989 los gastos ascendieron a U$S16mil millones. No había ingresos, ya que lor recursos de pesca no salían de sus 3 millas en torno las islas, con excepción que a partir de 1986 (durnte el Gobierno del Dr. Raúl Alfonsín), extiendieron las millas a 200 y comenzaron a explotarlas.
¿Gratis? Nada es gratis en este mundo, y mucho menos para los derrotados en un conflicto bélico. Pobres inocentes los que se aferraron a esa incosistente mentira y efímera ilusión.
Claro que para entender la historia completa, no hay que tomar como punto de referencia el último día de combates en los teatros de operaciones de Malvinas, vale decir el 14 de junio de 1982; sino la fecha del 16 de febrero de 1990. Ese día, la Argentina anunció al mundo entero -con bombos y platillos- que tras ocho años de odios contenidos e inocultable tensión, finalmente reestablecía relaciones diplomáticas con los "piratas" ingleses.
Sin embargo, la realidad era otra.


Un nuevo "Tratado de Versalles".
Mientras al desprevenido pueblo argentino se lo invitaba a comer gato por liebre y pagar los platos rotos de la fiesta organizada por otros, el primer paso para la entrega definitiva y el completo desarme de la Argentina a manos de las potencias extranjeras ganadoras de la guerra (Estados Unidos, lógicamente participó de esa coalición), era solapadamente dado.
Entre el 14 y el 15 de febrero de 1990 quedó todo listo y se puso la firma al "Acuerdo-Tratado de Madrid", sellado entre gallos y medianoche, en dependencias del Ministerio de Asuntos Exteriores de España. El texto del documento se integró con dieciocho (18) artículos y cuatro (IV) anexos que abarcan un total de catorce carillas.
Los firmantes fueron, por un lado, los jefes de la diplomacia británica y, por el otro, Carlos Saúl Menem -por entonces Presidente argentino- y Domingo Felipe Cavallo, el gran representante de los fuertes intereses foráneos (un protegido de Rockefeller y Soros) que (para no ser tan obvio) hacía las veces de Ministro de Relaciones Exteriores de la Nación.

En realidad, este "Tratado de Versalles" argentino tiene nombre propio: “Tratado Anglo-Argentino de Promoción y Protección de Inversiones” suscripto finalmente en Londres el 11 de diciembre de 1990, y promulgado por el Congreso argentino el 4 de noviembre de 1992 (Ley No. 24.184). De ese modo, se coronó una larga serie de negociaciones entre la Argentina y el Reino Unido que en febrero 1990 llevó a la suscripción de un acuerdo formal mediante el cual los mencionados Menem y Cavallo, operarían como gerenciadores locales, promoviendo los intereses británicos y norteamericanos en el país.

Esto le daría al Reino Unido el control absoluto y total sobre las fuerzas armadas argentinas, muy especialmente en la Patagonia, donde ya hay (y había) millonarias inversiones estadounidenses, británicas e israelíes (Art. 5); nuestra economía se abriría y desregularía en forma irrestricta (Art. 12) de manera que empresas estatales pudieran ser vendidas y privatizadas a precio vil (petróleo, minería, ferrocarriles, autopistas, líneas aéreas, electricidad, gas, agua, fondos de pensiones, servicios postales, seguros, reaseguros, bancos.
El "slogan" más difundido de entonces parecía ser: “Todo lo que se mueve, se privatiza”. Entre tanto, a los “inversores” extranjeros se les daba todo tipo de protección, derechos y asistencia.
Aquel Tratado con el Reino Unido fue rápidamente sucedido por tratados similares suscritos con Estados Unidos (Ley 24.184), y luego Francia, Alemania, España, Holanda, Dinamarca, Suecia, Canada, Australia.


Dolorosa conclusión.
En pocas palabras: los ganadores de la guerra, siempre, siempre, se encargan de asegurar que los vencidos... no intenten "levantarles la mano" otra vez más. Todo tenía un único objetivo, resumido en tres pasos, que llevó al desesperante estado de desprotección y desarme que atraviesa la Argentina:

(1) Que la Argentina siempre se mantendría de rodillas antes sus victoriosos enemigos;
(2) Que la Argentina jamás investigará el origen ilegítimo e ilegal de su enorme Deuda Externa iniciada bajo el régimen ilegal cívico-militar, sino que pagará y pagará década tras década, y
(3) Que la Argentina desmantelaría, desintegraría y destruiría sus fuerzas armadas tanto material como moralmente, de manera de transformar a Argentina en un país total y absolutamente desarmado ante un mundo terriblemente peligroso.

Luego de ese "acuerdo" tan doloroso y dañino para la Nación, llegaron otros ejecutores y partícipes necesarios que terminaron de dar el tiro de gracias a nuestro -ya endeble- estado de seguridad y protección. El plan de debilitamiento de las Fuerzas Armadas argentinas, se coronó con el descrédito a sus integrantes y una caza de brujas que siente sus coletazos -incluso- el día de hoy. ¿Nombrar a sus perpetradores?
La historia se encargará de juzgarlos. Cada uno sabe qué lugar ocupó, también cuando el ex Minsitro de Relaciones Exteriores del curioso Gobierno peronista de Menem, Guido DiTella (sucesor de Cavallo), llegó a decir a viva voz que afortunadamente manteníamos "relaciones carnales" con los Estados Unidos. Lo que omitió decir es ¿quién estaba en cuatro patas, con la ropa interior por los tobillos y mirando contra la pared?...

Mientras escribo estas líneas, 44 almas deambulan por las profundidades del mar, encerradas no sólo en un vetusto submarino perdido, sino también en la celda a la que las ha confinado un país que nunca, en su corta historia, logró aprender debidamente una lección.


Marcelo García







miércoles, 22 de noviembre de 2017

Reseña de "La agente nazi Eva Perón y el tesoro de Hitler" en blog Perlitas de la Historia




Artículo sobre "La agente nazi Eva Perón y el tesoro de Hitler" en blog Perlitas de la Historia:
Existió una trama de acuerdos, traiciones entre la Alemania nazi y la Argentina de Perón, hubo negocios y operaciones que los vinculaban (documentos desclasificados del archivo Hoover)
Por Ale Dube


Los testimonios lo avalan y los documentos lo confirman, Perón , como es sabido tomó las ideas y acciones de Mussolini en Italia y Hitler en Alemania para levantar y movilizar a las masas en las que basó su poder y figura en los treinta años que presente o desde el exilio fue un factor decisivo en la politica argentina, se ha reconocido también la bienvenida y protección que les dio a jerarcas nazis luego de la segunda guerra mundial.

Ahora con la apertura de los archivos Hoover surgen nuevos documentos desclasificados por el FBI que fueron la llave, aunque por supuesto no han sido un limitante, sino por el contrario, la invalorable oportunidad de acceder a un nuevo abanico de posibilidades que sembraron el proceso investigativo con datos aportados por otras impensadas fuentes de información.

¿Cómo fue que se entrelazaron los caminos de estas tres figuras: Hitler, Hoover y Perón?Responder este interrogante nos lleva a cuestionar —lo que no implica negar totalmente— la historia que se ha contado desde siempre, escribiendo con una perspectiva crítica sobre los hechos y sus protagonistas para dar con sorprendentes revelaciones que hasta hoy no se habían abordado del mismo modo. A medida que avanzaba página tras página, en un archivo de más de setecientas densas carillas desclasificadas, la tarea se transformó en un laberinto de nombres, insospechadas sociedades, arteras traiciones, hábiles movimientos de distracción y monumentales operaciones de engaño, inimaginables hasta hoy", revela "La agente nazi Eva Perón y el tesoro de Hitler" ( Sudamericana), escrito por Marcelo García, que en forma análoga a su trabajo en Diario26 y en el blog HistoriasLadoB, revisa, cuestiona, confirma o corrige la historia oficial.

"Muchos investigadores tocaron el tema basando sus relatos en testimonios verbales y la declaración de testigos (a quienes este trabajo no pretende desestimar) sobre la vida que llevó adelante el Führer después que fuera orquestada su muerte con el propósito de permitirle escapar. Sin embargo, no es mi objetivo hacer un relato pormenorizado de la vida de Hitler en la Argentina, pero sí dar cuenta de la trama oculta y los hechos demostrados en los documentos sobre el perfecto conocimiento previo que tenían las máximas autoridades norteamericanas respecto de los planes, la exitosa concreción de una gigantesca conspiración de engaño mundial y las impensadas consecuencias que muchos de los principales actores involucrados llegaron a enfrentar", asegura su autor.

De lo anterior surgen preguntas inevitables: ¿qué datos tenía Hoover sobre un pacto entre allegados de Hitler y Perón? ¿De qué actividades, negocios y operaciones que relacionaban a la Alemania nazi y la Argentina peronista estaba al tanto la inteligencia norteamericana? ¿Qué descubrió y cómo reaccionó ante la trascendencia de semejante información?.

Surgen luego de la desclasificación de los archivos desclasificados del FBI de Hoover una La trama de acuerdos y traiciones entre la Alemania nazi y la Argentina de Juan Domingo Perón Tal como veremos, las respuestas dadas a estos interrogantes son las que marcan la gran diferencia entre otras anteriormente publicadas y esta nueva investigación.

Ya no se trata de sostener la hipótesis, carente de sustento, de que Hoover perseguía a Hitler con irreductibles intenciones de detenerlo, sino de dar otro giro al relato tradicionalmente aceptado demostrando que el director del FBI no pretendía atrapar al Führer en fuga, mientras que sí colaboró para que (con sus particulares métodos investigativos) los Aliados encontraran sobrados motivos que llevaron al posterior derrocamiento del presidente argentino Juan Domingo Perón.

Fue gracias al trabajo de los agentes de Hoover que los Estados Unidos estuvieron en inmejorables condiciones de saber sobre un laberíntico entramado de negociaciones secretas y operaciones encubiertas entre personajes claramente funcionales tanto para el régimen de la Alemania nazi como para el movimiento que se encolumnaba detrás de Perón en la Argentina, con el preciado objetivo de sentar bases firmes y apuntalar el futuro resurgir del nacionalsocialismo desde el exterior.


Con la debacle nazi consumada, esa sociedad dio lugar a un reacomodamiento de las fichas sobre un imaginario tablero en el que un desgastado Hitler comenzó a perder fuerza, influencia e interés, en tanto que Perón —envalentonado por las circunstancias— buscó hacer de la Argentina la nación rectora política, económica y militar en Sudamérica, tomando la posta dejada por la derrotada Alemania e intentando replicar sus políticas expansionistas en la región.

Muy atrás quedaron los supuestos beneficios que el régimen peronista alguna vez había representado para los norteamericanos como un válido freno al avance del comunismo en el sur de América. Hoover fue uno de los máximos responsables de darles a las autoridades gubernamentales norteamericanas los elementos necesarios para que se hicieran una acabada composición de ideas que los llevaron a comprender qué rol jugarían Hitler y Perón durante los complicados días de posguerra que estaban por llegar. El Führer era un hombre acabado, en tanto que no sucedía lo mismo con el “primer trabajador”.

Tal fue el peso del militar argentino y sus cómplices —Eva Duarte entre ellos— en la secreta operación inicialmente destinada a gestar un IV Reich desde el exterior que Hoover dispuso una política investigativa y un despliegue de agentes especialmente concebidos para la Argentina de Perón.


De todos modos, los asombrosos resultados de las operaciones de la inteligencia aliada no se limitaron a la toma de conocimiento sobre los detalles de una peligrosa sociedad que podría poner en jaque los intentos de dominación total de los Estados Unidos sobre el resto de América, sino que permitieron saber que Eva Perón también respondía a pie juntillas las órdenes de una poderosa organización en las sombras, que la tenía como una de sus más destacadas colaboradoras desde 1941, encomendándole poner a salvo  parte del legendario tesoro nazi ante los sorpresivos avances y el artero intento de expolio pretendido por Perón.

Bien vale entonces aceptar el desafío y leer sin preconceptos sobre un reguero de muertos a lo largo del camino, pistas falsas plantadas para despistar, datos fidedignos y el accionar de fabuladores, soplones, aventureros, gente confiable e informantes solitarios cuyos caminos se han cruzado tantas veces sin poder diferenciarse.

Treinta años después de acalladas las bombas que destruyeron los últimos vestigios del III Reich alemán, y pasadas tres décadas desde que los Aliados informaron sobre la nunca demostrada muerte de Hitler en Berlín, aún resonaba el estruendo.

Clarence Kelley —director del FBI entre el 9 de julio de 1973 y el 15 de febrero de 1978—, tercero en la línea de sucesores tras la muerte de Hoover, reclamaba por importantes documentos sobre el Führer, extrañamente faltantes de los archivos del Bureau, según puede leerse en el memorando del 23 de mayo de 1975. Mientras que el 11 de junio aún solicitaba la aparición de dossiers perdidos que le habrían permitido realizar reveladoras pericias caligráficas sobre cartas sospechadas de haber sido escritas por Hitler mucho tiempo después del final de la guerra, dejando suspendido en el aire un insondable y misterioso final.

Mientras una leyenda cuenta que Hitler murió el 13 de febrero de 1962 en la Argentina a los setenta y tres años, y otra dice que habría fallecido en 1971 escondido en un remoto lugar del Paraguay, muchas otras cosas en cambio sí se pueden demostrar.

Hoover supo por anticipado que Hitler encontraría refugio en la Argentina de Perón. El presidente argentino buscó instalarse como árbitro del mundo y posible reemplazo del Führer desde su inaceptable Tercera Posición. Y Evita viajó miles de kilómetros al otro lado del arco iris poniendo a salvo millonarias fortunas de sus jefes nazis, evitando dejarlas en manos de un traicionero Perón.

Con la debacle nazi consumada, el tablero de la política internacional comienza a reacomodarse. Mientras Adolf Hitler, en el exilio, pierde fuerza e influencia, Juan Domingo Perón -alentado por las circunstancias- se propone erigir a la Argentina como una nación rectora de Sudamérica, tomando la posta de la derrotada Alemania e intentando replicar su ímpetu expansionista en la región.

¿Cómo pretende Perón financiar sus planes de dominación? Mediante el expolio de las millonarias fortunas que fueron secuestradas por el nacionalsocialismo alemán y pacientemente trasladadas hasta Buenos Aires. Su mayor obstáculo será nadie menos que su propia esposa, Eva Duarte, quien pondrá en acción sus poderosas conexiones para salvaguardar esos tesoros.

La agente nazi Eva Perón y el tesoro de Hitler nace del trabajo de investigación y consulta de cientos de documentos desclasificados -entre ellos, los de las pesquisas que mandó a hacer John Edgar Hoover cuando se encontraba al frente del FBI-, sobre los cuales el historiador Marcelo García construye una irresistible tesis destinada a entrelazar la inesperada y atrapante trama internacional de acuerdos y traiciones entre la Alemania nazi y la Argentina de Perón.

El resultado de este enorme trabajo es un libro que revisa uno de los misterios más magnéticos del peronismo desde una perspectiva nueva: la de los conflictos de intereses entre sus dos más grandes figuras.



Fuente:
García, Marcelo. La agente nazi Eva Perón y el tesoro de Hitler, Sudamericana, Buenos Aires, 2017.
http://www.megustaleer.com.ar/libro/la-agente-nazi-eva-peron-y-el-tesoro-de-hitler/AR18875

Publicado por Ale Dube en https://perlitasdelahistoria.blogspot.com.ar/2017/09/existio-una-trama-de-acuerdos.html?showComment=1511400533585#c8075201012654456476