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martes, 30 de octubre de 2012

La "Operación Sunrise": Norteamericanos y nazis secretamente de acuerdo

Stalin, la toma de Berlín y Hitler.



Cuando todo estaba llegando al final, cuando las tropas soviéticas comenzaban a invadir cada uno de los rincones de la ciudad de Berlín y el "Reich de los mil años" sucumbía ante el avance de los aliados, se tejían arreglos en las sombras, se aceitaban mecanismos y se trazaban planes descabellados destinados a facilitar huídas y escapes que, por entonces, no muchos creían posibles.
Una vez que Hitler cayó en la realidad de que su imperio se derrumbaba (sólo en los campos de batalla) de manera inexorable, planificó una reunión de emergencia con el Ministro de Producción y Armamento, Albert Speer, y trazó los lineamientos de una huída que lo pondría a salvo más temprano que tarde.
La idea era la de negociar directamente con los aliados pero a espaldas de la Unión Soviética.
No es un secreto para nadie que durante la segunda guerra mundial los comunistas eran vistos por los aliados más como una amenaza real que como fieles laderos en la lucha. El peligro del comunismo a futuro unía en ese caso a los norteamericanos, los ingleses, los franceses y... los nazis.
Hitler planteaba sobre los finales de la contienda bélica que el peligro concreto era el avance comunista hacia el oeste y esa idea era ampliamente compartida por quienes (en teoría) eran sus enemigos, vale decir los aliados.

Hitler creyó que era posible llegar a un acuerdo secreto con norteamericanos e ingleses fundamentalmente para que le dieran un cierto halo protector, el cual llegó a concretarse. Dicho en palabras sencillas: a Hitler había que preservarlo sano y salvo en algún lugar del planeta para que llegado el caso de "necesitarlo" para levantarse contra los comunistas, estuviera listo y dispuesto. A todos (menos los rusos) les cerraba perfectamente el plan.
Hitler pensó "pagar" esos servicios de protección indicándole a los "aliados" la ubicación de grandes plantas productoras (entre otras cosas) de armamento pesado.


Karl Wolff y Allen Dulles: los negociadores de la Operación "Sunrise".



La idea de la "Operación Sunrise", tal el nombre dado a esta serie de negociaciones, tuvo  su génesis en 1942, cuando el abogado Allen Dulles (casualmente letrado del clan de los Bush...) se encargó de diseñar la operación desde sus oficinas ubicadas en la ciudad de Berna, Suiza.
Los nazis veían que el final de su "sueño de los mil años" se acercaba irremediablemente; sobre todo después del desastre de Stalingrado y prefirieron "rendirse" (sí, entre comillas) ante norteamericanos e ingleses en lugar de hacerlo frente al verdadero enemigo: la Unión Soviética. Fue por ello que enviaron como negociador y emisario a Karl Wolff, jefe de la Gestapo en Italia.

La conexión tan estrecha y cercana entre Wolff y Dulles y los fuertes lazos entablados por ambos le sirvieron al nazi alemán  evitar ser enjuiciado en los juicios de Nuremberg.
Finalizados los juicios se descubrió que Karl Wolff había enviado a 300.000 judíos al campo de concentración de Treblinka, aunque de tofdos modos se le dió sólo una "sentencia simbólica" (o sea: la nada misma), pero esa es otra historia.
El acuerdo entre los norteamericanos y los nazis fue conocido secretamente como "Operación Sunrise" (nombre sugestivo si los hay, "Operación Sale el Sol) y significó la traición de parte de Estados Unidos hacia la Unión Soviética, tras la firma del tratado firmado por los "aliados" el 29 de abril de 1945.
Cuando Dulles y Wolff sellaron el acuerdo norteamericano / nazi, asegurando los términos de la tan particular "rendición", el alemán comenzó a tejer la trama y a tender todos los hilos destinados a dar apoyo de todo tipo y protección a los jerarcas nazis y a muchos de sus subordinados, quienes se desparramaron por diferentes partes del mundo.
Acababa de nacer la Organización "Odessa" (Organisation der ehemaligen SS-Angehörigen / Organización de Antiguos Miembros de la SS) la cual tuvo su centro organizativo, operativo y neurálgico en la República Argentina.

Un tiempo después, ajenos a todo ésto, los soldados rusos entraban en Berlín y se convertían de buenas a primeras en los liberadores del mundo y en los únicos "aliados" en salir en la foto de la toma de la capital del Tercer Reich. Sugestivamente ni norteamericanos, ni ingleses, ni franceses quisieron entrar a Berlín a darle caza a Hitler... dejándole ese privilegio a los rusos.
Mientras las noticias sobre los suicidios de Hitler y su esposa Eva Braun comenzaban a dar la vuelta al mundo, los soviéticos se desvivían por encontrar los cadáveres cosa que... nunca sucedió en realidad.

Para las autoridades aliadas, las mismas que se habían repartido Europa tras la guerra, Adolf Hitler fue oficialmente dado por muerto recién en 1955. Stalin, ya en mayo de 1945, se había dado cuenta del macabro plan que le dio protección al Führer alemán y decía: "Hitler no ha muerto. Ha escapado en submarino hacia la Argentina..."


Marcelo D. García
Historias Lado B