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domingo, 10 de marzo de 2013

William Patrick Hitler y su carta a Franklin D. Roosevelt pidiéndole luchar contra su tío...

William Patrick Hitler y su madre.
 
 
William Patrick Hitler nació un 12 de marzo de 1911 en Liverpool, Reino Unido, en el seno de un hogar formado por Alois Hitler Jr. y su primera esposa, Bridget Dowling. Alois tenía un incómodo "privilegio": era el medio hermano de un tal Adolf Hitler y eso... fue un pesado lastre no sólo para él, sino también para su descendencia. Eso mismo pudo comprobarlo años después el propio William, apodado "Billy" y en algunas ocasiones también conocido por su círculo íntimo como "Paddy".

Alois regresó a Alemania en 1914 pero, como se había vuelto una persona violenta, Bridget decidió no seguirlo. Incapaz de restablecer contacto debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, Alois abandonó a su familia, dejando a William al cuidado de su madre. Se volvió a casar en bigamia, pero restableció el contacto a mediados de los años 1920 cuando le escribió a Bridget pidiéndole que mandara a William de visita a Alemania, en plena República de Weimar. Finalmente acordó hacerlo en 1929, cuando William ya tenía 18 años de edad. Alois tuvo otro hijo con su esposa alemana Heinz Hitler, quien, en contraste con su medio hermano, se volvió un nacional-socialista comprometido y murió en cautiverio soviético durante la Segunda Guerra Mundial. (Fuente: Wikipedia)

William Patrick Hitler regresó a la Alemania nazi en 1933, en un intento de beneficiarse de la ascensión al poder de su tío. Éste le consiguió trabajo en un banco y en la fábrica de automóviles Opel después, para seguir posteriormente como vendedor de automóviles. Insatisfecho, William persistió en pedirle a su tío un mejor trabajo, y existieron rumores de que posiblemente chantajeó al líder nazi con la venta de historias vergonzosas sobre la familia Hitler a la prensa si no recibía un mejor trabajo (entre los rumores podría haber estado la bigamia de su padre). En 1938 Hitler le pidió a William que renunciara a su ciudadanía británica a cambio de un trabajo de alto rango. William sospechó que se trataba de una trampa y decidió huir del país. Después intentó extorsionar a Hitler con amenazas de decirle a la prensa que el presunto abuelo paterno de Hitler era en realidad un mercader judío emigrado a Austria. Al regresar a Londres escribió un artículo para la revista Look titulado "¿Por qué odio a mi tío?". En 1939, William y su madre fueron de gira de conferencias a los Estados Unidos, invitados por el magnate William Hearst, y se quedaron "atrapados" cuándo estalló la Segunda Guerra Mundial. (Fuente: Wikipedia)

William Patrick Hitler se esforzó por "separarse" de su nefasto tío Adolf.


Pero la vida de William Hitler iba a tomar un rumbo inesperado en 1944, cuando harto de todo el peso que significaba llevar el infame apellido, decidió que era hora de luchar contra... su mismísimo tío Adolf Hitler. Por eso decidió contactarse directamente con el presidente de los Estados Unidos, Franklib D. Roosevelt y solicitarle formalmente que le permita alistarse en las fuerzas armadas norteamericanas y quitarse, de alguna manera, la mancha del apellido aportando lo suyo por la causa de la "libertad" desde el bando aliado. Las cosas no eran tan sencillas y el FBI no perdió tiempo, dedicándole largas horas de trabajo en las sombras para investigar al Hitler que pretendía ponerse de su lado... (Les resultaba bastante incómodo tener a un Hitler defendiendo la causa de la libertad).

La carta que William Patrick Hitler le envió a Franklin D. Roosevelt decía lo siguiente:

Estimado Señor Presidente:

¿Puedo tomarme la libertad de interrumpir su valioso tiempo y el de su personal en la Casa Blanca? Consciente de los críticos días por los que atraviesa la Nación, sólo lo hago porque es la prerrogativa de su alto cargo la única que puede ayudarme en mi difícil y singular situación.

Permítame esbozar lo más brevemente posible mi problema, cuya solución podría lograrse fácilmente en caso de que usted se sienta movido a interceder por mí.

Soy el sobrino y único descendiente del mal afamado canciller y líder de Alemania, que hoy tan despóticamente intenta esclavizar a los pueblos libres y cristianos del mundo.

Bajo su magistral dirección, Señor Presidente, hombres de todos los credos y nacionalidades están librando una batalla desesperada para determinar, en última instancia, si finalmente sirven y viven en una sociedad ética en Dios o son esclavizados por un régimen diabólico y pagano.

En estos momentos todo el mundo debería hacerse la pregunta de qué causa está dispuesto a servir. Para la gente libre con un profundo sentimiento religioso no puede haber sino una sola respuesta y una sola elección, que los sostendrá siempre hasta el amargo final.

Yo solo soy uno entre muchos, pero tengo una vida que entregar y puedo prestar un servicio a esta gran causa para que, con la ayuda de todos, triunfe en el final. Todos mis familiares y amigos marcharán pronto hacia la libertad y la decencia bajo las barras y estrellas. Por eso, Señor Presidente, le presento respetuosamente esta petición para preguntarle ¿me permitiría unirme a su lucha contra la tiranía y la opresión?

En la actualidad esto se me ha negado, porque cuando me escapé del Reich en 1939 yo era un súbdito británico. Vine a Estados Unidos con mi madre irlandesa para reunirme con mis familiares. Al mismo tiempo me ofrecieron un contrato para escribir y dar conferencias en los Estados Unidos y la presión no me dejó tiempo necesario para solicitar la admisión en el contingente. Tenía por lo tanto, que venir como visitante.

He tratado de unirme a las fuerzas británicas, pero mi éxito como conferenciante me ha convertido probablemente, en uno de los mejores oradores políticos con la policía teniendo que controlar frecuentemente a multitudes clamorosas en Boston, Chicago y otras ciudades. Esto provocó en las autoridades británicas una respuesta negativa a mi petición.

Los británicos son un pueblo estrecho de miras al mismo tiempo que amables y corteses, es mi impresión errónea o acertada, y creo que a la larga no podrían sentir simpatía por una persona con mi nombre.

El alto costo del procedimiento legal británico que exigiría cambiarme el nombre es una solución que escapa a mis posibilidades financieras. Al mismo tiempo, dudo que el Ejército canadiense facilitase mi entrada en sus fuerzas armadas. Tal y como están las cosas, y sin ninguna orientación oficial, me parece que tratar de alistarme como sobrino de Hitler es algo que requiere una extraña clase de valentía que soy incapaz de reunir, privado de cualquier apoyo oficial.

En cuanto a mi integridad, solo puedo decir que es una cuestión que consta y se puede comparar de alguna forma al espíritu previsor con el que usted,  por cada ingenio se conoce el arte de gobernar, arrancó del Congreso Americano esas armas que hoy son la gran defensa de la Nación en esta crisis.

También puedo reflejar aquí que en un momento de gran complacencia e ignorancia traté de hacer las cosas que, como cristiano, sabía que eran lo correcto. Como fugitivo de la Gestapo advertí a Francia a través de la prensa que Hitler planeaba invadirla ese mismo año. También avisé al pueblo británico por los mismos medios de que la llamada "solución" de Munich era un mito que traería terribles consecuencias.

A mi llegada a Estados Unidos, informé a la prensa de que Hitler perdería a su Frankenstein en la civilización de ese año. Aunque nadie hizo caso a lo que dije, seguí dando conferencias y escribiendo en los Estados Unidos.

Ahora, el tiempo de escribir y hablar ha pasado y solo soy consciente de la gran deuda que mi madre y yo debemos a los Estados Unidos. Más que ninguna otra cosa me gustaría ver pronto el combate activo y por lo tanto, ser aceptado por mis amigos y compañeros como uno más en esta gran lucha por la libertad.

Su simple decisión favorable garantiza que el benévolo espíritu del pueblo americano, del que me siento parte, continua. Con el mayor de los respetos, le aseguro Señor Presidente que al igual que hice en el pasado, haría todo lo posible en el futuro para ser digno del gran honor que me se me concediera, con la certeza de que mis esfuerzos a favor de los grandes principios de la democracia serán al menos comparados a las acciones de muchos individuos que por largo tiempo han sido indignos del  privilegio de llamarse a sí mismos americanos.

Por lo tanto, ¿puedo aventurarme a esperar, Señor Presidente, que en la confusión de este enorme conflicto no rechazará mi petición por razones de las que yo no soy de responsable?

Para mí no podría haber mayor honor que servirle, y mayor privilegio que haber luchado y ser parte de la construcción del título con el que pasará a la posteridad como el más grande libertador del sufrimiento humano en la historia de la política. Sería feliz de darle cualquier información adicional que pueda ser requerida, y me tomo la libertad de adjuntar una circular que contiene  algunos detalles sobe mi mismo.

Permítame, Sr. Presidente, expresar mis mejores deseos para su salud y felicidad, junto con la esperanza de que pronto pueda liderar a todos los hombres del mundo que creen en la decencia hasta una victoria gloriosa.
Suyo sinceramente, 
Patrick Hitler

 William Patrick Hitler jurando al ser admitido en la Marina norteamericana en 1944.


Finalmente en 1944 le concedieron los permisos necesarios para alistarse y lo hizo en la Armada norteamericana. Según una historia publicada en un periódico en la época de su reclutamiento, cuando fue con el oficial del servicio militar y se presentó, el oficial de reclutamiento contestó, en tono claramente jocoso: "Encantado de verle, señor Hitler, mi nombre es Hess". (Fuente: Wikipedia)

Una vez finalizada la segunda guerra mundial, William Hitler se casó y cambió su "complicado de llevar" apellido paterno por el de Stuart-Houston. Vivió (y tuvo hijos) en la localidad de Patchoge, Estados Unidos, en donde murió el 14 de julio de 1987.

William Patrick Hitler en la Marina norteamericana.