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martes, 20 de noviembre de 2012

El Experimento Tuskegee: otra masacre norteamericana

Pocas veces los Estados Unidos han llegado tan lejos en lo que hace a violación de derechos humanos y pisoteo de las garantías y las libertades como en este caso. Fue un tremendo atropello a la dignidad, iniciado a escondidas en el lejano año 1932 y culminado tras un escándalo (y descubierto por casualidad) recién en 1972. En la tierra de las oportunidades y la libertad ha quedado claro que las cosas no siempre tienen final de película, por lo menos para muchos inocentes e indefensos ciudadanos que han sido víctimas de una auténtica masacre conocida como el "Experimento Tuskegee". 



Corría el año 1932 y en la localidad de Tuskegee, Alabama (Estados Unidos) los servicios públicos de salud, decidieron emprender un estudio que inicialmente y bajo la cáscara de una investigación seria, respetuosa y responsable, estaba destinado a estudiar el progreso de la sífilis en la población del condado de Macon. Los individuos elegidos para tal fin, serían estudiados por espacio de entre 6 y 8 meses y luego serían tratados de acuerdo a los estándares de la época (Arsfenamina, por ejemplo). Las "vueltas de la vida" hicieron que las personas sometidas a esta serie de estudios sean (casualmente en los Estados Unidos) 399 varones afroamericanos (léase: negros) con sífilis. El soporte económico de las investigaciones, provenientes del fondo filantrópico Rosenwald y el trabajo realizado en el Instituto Tuskegee, mientras tanto le daban a este emprendimiento un cierto marco válido y respetable. El objetivo, si bien el caso no era de gran difusión pública, era el de supuestamente lograr mejorar la calidad de vida y salud de la población más pobre de esa zona del país. Pero hubo algo que hizo que las cosas fueran de mal en peor aún antes de empezar: la crisis económica de los años '30. Los fondos valiosísimos de Rosenwald se esfumaron y así también se esfumaron las posibilidades de conseguir la medicación requerida... Los planes habían tomado un rumbo sustancialmente distintos a los originales.


Esos 399 hombres inocentes de toda inocencia, pobres, analfabetos, ignorantes y trabajadores, comenzaban a transformarse paulatina e inexorablemente en ratas de laboratorio sin darse cuenta y sin haber dado su consentimiento para ser "víctima" de semejantes experimentos como en los que estaban a punto de quedar atrapados. Ante aquella falta de medicamentos por la crisis de los '30, se presentó finalmente en 1947 una posible solución con la utilización de la penicilina como eficaz tratamiento para la sífilis, pero (siempre hay un pero) los científicos asentados en Tuskegee decidieron (muy posiblemente amparados y avalados por las autoridades de salud norteamericanas) no utilizar la penicilina en esas pobres 399 víctimas y en cambio dejar que la enfermedad evolucionara y comprobar de qué manera morían los pacientes si es que no se los trataba adecuadamente. El grupo de afroamericanos se encaminaba indefectiblemente a la muerte segura ante la mirada y la vista gorda de las autoridades de salud, vaya uno a saber con qué objetivos finales.
A las "víctimas inocentes" se les había dicho que (seguramente por ser negros, según los racistas norteamericanos que los tenían prisioneros...) ellos "tenían mala sangre" y por eso se los "invitaba" a realizar un tratamiento para curarlos. Una comida caliente por día y unos miserables 50 dólares destinados a sus familiares en caso de que ellos murieran en el "tratamiento" eran todo lo que ofrecían las autoridades sanitarias de los Estados Unidos en una clarísima determinación con marcados ribetes racistas y sectarios.


Algunos fueron quedando en el camino y otros lograron ir sobreviviendo de manera penosa y denigrante para cualquier ser humano. Los nefastos y criminales "estudios" sobre la evolución de la sífilis en esos 399 hombres indefensos continuaron sin interrupciones hasta el año 1972, momento en el cual este auténtico genocidio lento y silencioso saltó a la luz por culpa de una inesperada filtración a la prensa. Fueron larguísimos e interminables 40 años durante los cuales nunca nadie (hablo de las autoridades norteamericanas) se planteó el tema desde lo moral, lo ético y lo humano. De no ser por alguien que filtró el caso a la prensa, la masacre encubierta hubiera continuado sin que nadie lo advirtiera y con el visto bueno de las autoridades norteamericanas. 

Los Estados Unidos pasaron todos esos años, como siempre, enfrascados y convencidos de los fuertes componentes morales que tienen siempre sus determinaciones. El país del norte y sus dirigentes y autoridades siempre se las arreglan para encontrarle una explicación a lo inexplicable, para darle un carácter moral a sus decisiones y este caso no ha sido (lamentablemente) la excepción.
Desde aquel plan trazado en 1932 por Raymond H. Vonderlehr, director del experimento llevado a cabo en Tuskegee, han debido pasar muchos años más para que finalmente un presidente norteamericano hable sobre el tema. Recién el 16 de mayo de 1997, Bill Clinton, por entonces primer mandatario norteamericano, le pedía públicamente disculpas a los ocho sobrevivientes del "Experimento Tuskegee". Les decía Clinton: "El gobierno de los Estados Unidos hizo algo incorrecto, profunda y moralmente incorrecto. Fue una atrocidad hacia nuestro compromiso con la integridad y la igualdad para todos nuestros ciudadanos... claramente racista".
Y tenía toda la razón.

De los 399 hombres infectados con sífilis que fueron dejados sin atención a propósito en esta atrocidad llamada "Experimento Tuskegee", sólo 74 llegaron con vida al momento de salir a la luz el caso en 1972. Otros 28 habían muerto durante los años previos directamente a causa de la sífilis. 100 murieron por causas derivadas de la enfermedad. 40 esposas de esos hombres terminaron también infectadas por la enfermedad y 19 niños nacieron directamente con sífilis congénita. 

martes, 28 de agosto de 2012

Albert Speer y su extraña salvación en Nuremberg

Albert Speer y Adolf Hitler haciendo "su" trabajo.


Los Juicios de Nuremberg realizados entre 1945 y 1946, tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, fueron considerados por muchos como el broche de oro aliado y la concreción de justicia más estricta de parte de las naciones que resultaron victoriosas tras la tremenda contienda mundial. Pero no son pocos los que sostienen, aún hoy en día, que en aquellas tediosas y largas jornadas no ha faltado una altísima dosis de farsa...
Una vez juzgados y condenados casi todos los jerarcas nazis implicados en los atroces hechos de la guerra, varias cosas quedaron en claro: Los grandes crímenes perpetrados por las naciones triunfantes no fueron juzgados, Adolf Hitler no fue ni juzgado en ausencia (como en tantos otros casos) ni en rebeldía por supuesto, habilitando la dura sospecha de que se lo estaba protegiendo efectivamente para los días por venir y, finalmente, también quedaba en claro que uno de los más importantes personajes de la historia nazi... era condenado a cumplir prisión por escasos 20 años. Era el "arquitecto de Hitler", Albert Speer.

Albert Speer y Adolf Hitler, una sociedad al servicio de la maquinaria nazi.


Las sesiones previas hacían prever que Speer recibiría la más dura de las penas, como le sucedió a otros camaradas suyos. El propio Speer sostenía que la horca ya se veía venir en su horizonte, pero al llegar el momento de dictar sentencia los jueces aliados dictaminaron que apenas 20 años a la sombra serían más que suficientes... Ni el propio Albert Speer daba crédito a lo sucedido y así las cosas logró salir de su cautiverio y morir muy tranquilo y en libertad en 1981.

Albert Speer juzgado en los Juicios de Nuremberg.


Pero... ¿por qué se salvó Speer? Aquí las respuestas con un viaje hacia atrás en la historia.
Albert Speer se afilió al Partido Nacional Socialista el 1º de marzo de 1931 y más temprano que tarde pasó a formar parte de las SA y luego de las SS. No era precisamente una vida nazi "pasiva" la de Speer y tan ha sido así que además de ser el arquitecto oficial de las grandes y monumentales obras edilicias del Tercer Reich, fue también (nada más y nada menos) el Ministro de Armamento y Municiones de la Alemania nazi.
Pero a pesar de tan temprana afiliación al partido Nazi, la ficha de Speer se "oficializó" recién en 1942 y con ese "error burocrático interno" se le otorgaba el derecho a Speer de decir muy suelto de cuerpo que "no sabía absolutamente nada sobre la política nazi previa a esos años", con lo cual se lavaba a sí mismo de su culpa y responsabilidad en tantos crímenes cometidos. Resulta poco menos que extraño sostener y pensar (además de creer) que Speer nada sabía de las actividades de los nazis, sobre todo en lo que al exterminio en los campos de concentración se refiere, pero ese ha sido su argumento hasta el final... o casi...

Albert Speer en 1981.


Es que prácticamente sobre el final de su vida en 1981, Albert Speer "recordó" que aún tenía en su poder un cúmulo comprometedor de documentos desconocidos de las SS que mostraban a las claras su implicación en primera persona en la construcción del campo de concentración de Auschwitz... Una vez más la "Historia Lado B" al descubierto: Albert Speer lo sabía y estaba al tanto de todo pero, un "cómplice error administrativo" de sus amigos del partido (¿sólo de ellos?), se había encargado de preservarlo por las dudas...