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miércoles, 18 de diciembre de 2013

Harry Truman y su dolor por no poder cortarles las manos a los niños alemanes en 1918

 Harry Truman durante la Primera Guerra Mundial.


El 11 de noviembre de 1918 a las 11:00 hs. finalizaba, formalmente, la Primera Guerra Mundial. Aquella jornada significó el alivio esperado y necesario para millones de personas, quienes habían sufrido en carne propia los embates de la sangrienta contienda mundial. Sin embargo también estuvieron aquellos que lamentaron profundamente la finalización de las acciones bélicas, aunque suene extraño. Y no fueron pocos precisamente...
Entre aquellos que "sufrieron" la finalización de la Primera Guerra Mundial, lamentándose por unas cuentas pendientes por saldar, estuvo Harry Truman, quien entre abril de 1945 y enero de 1953 fuera el trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos de América.
Truman ha sabido "pasar a la historia", entre otras cosas por una larga serie de hechos y sucesos que lo marcarían para siempre, como al mundo que lo rodeaba. Truman fue el responsable del fin de la Segunda Guerra Mundial, el uso de armas nucleares contra las indefensas e inocentes poblaciones civiles de Japón, la fundación de las Naciones Unidas, el Plan Marshall para reconstruir Europa (y de paso redistribuírse Europa y parte del mundo a "piaccere"), la Doctrina Truman para contener el comunismo, el comienzo de la Guerra Fría, el puente aéreo de Berlín, la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Guerra Civil China y la Guerra de Corea. Un Currículum Vitae plagado de "actos heróicos" en beneficio pura y exclusivamente de las nefastas políticas de los Estados Unidos, como era de esperarse. Pero su "prontuario" de acciones libertarias y humanitarias había comenzado a escribirse mucho antes de su llegada a la presidencia.

Harry Truman fue el único presidente norteamericano que participó activamente en la Primera Guerra Mundial, siendo integrante de un escuadrón de artillería. Truman siempre supo tener como una de sus máximas de vida aquella lapidaria frase de Theodore Roosevelt, quien fuera presidente norteamericano entre 1901 y 1909, la cual decía: "Habla con suavidad, lleva un buen garrote, llegarás lejos". Bien entendida la tuvo, por cierto, todos y cada uno de sus actos de gobierno así lo han demostrado.
Aquel 11 de noviembre de 1918, cuando la "paz" llegaba al mundo con la llamada final de la "Gran Guerra" Truman se sintió infelíz, incompleto, decepcionado e insatisfecho. Tomó una vieja pluma fuente, una hoja de papel y le escribió unas cuantas líneas a su novia Bess, con quien un tiempo después contraería matrimonio. Truman, "dolido" por el final de la guerra le escribía a su amada desde Francia lamentándose por la inoportuna llegada de la paz y molesto por no haber podido arrasar a la vencida Alemania, además de... no haber podido terminar la faena mutilando a los niños alemanes...

Decía un "dolido" Harry Truman en su carta:
“Es una vergüenza que no podamos entrar y arrasar Alemania y cortar algunas manos y pies de niños alemanes y arrancar la cabellera a algunos ancianos, pero supongo que será mejor hacerlos trabajar para Francia y Bélgica durante cincuenta años.”

El hombre, con los años pudo cumplir su deseo y voluntad, con creces. Llegaría a ser la máxima autoridad del país rector de la moral mundial y, entre otras cosas, con dos criminales bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, en Japón, podía darse finalmente el gusto de aniquilar a miles y miles de niños, en otro lugar... pero eso ya no importaba.



Fuentes de consulta:
Harry S. Truman Library and Museum
elsilenciodelaverdad.wordpress.com

martes, 28 de mayo de 2013

John F. Kennedy y su admiración por Adolf Hitler

John F. Kennedy, admirador de Adolf Hitler.


Dicen por allí que la vida te da sorpresas y en ésto, muchos de los grandes líderes de la historia de la humanidad, son verdaderos expertos. John Fitzgeral Kennedy, quien fuera presidente de los Estados Unidos de América y cayera ante las balas de quienes supuestamente se habían sentido tocados por su aparentemente firme oposición a las sociedades secretas y los grandes negociados desde la Casa Blanca, no ha sido la excepción.
Como casi siempre sule suceder, la imagen impoluta, inmaculada, progresista, respetuosa de las libertades y los derechos de la que han gozado muchos personajes históricos y que se nos "cuenta" desde la historia oficial también tiene...su Historia Lado B.

El gran demócrata norteamericano, ese mismo Kennedy que supo captar adeptos y admiradores incluso fuera de las fronteras norteamericanas, creyentes de sus ideales libertarios y de su clara postura en favor de los derechos universales, había realizado un largo viaje por Europa muchos años antes de pasar a la historia y ser una auténtica celebridad mundial. Entre 1937 y 1945, un veinteañero John Fitzgeral Kennedy recorrió de lado a lado el maltrecho continente europeo y pudo experimentar de primera mano cómo era la Europa en los días previos a la segunda guerra mundial y también aquellos en los que se tuvo que sufrir los golpes de la más cruenta contienda bélica vivida hasta ahora.

Kennedy dejó todo registrado en su diario personal y también plasmó sus pensamientos en un sinfín de cartas enviadas desde Europa, material que ha recuperado el escritor Oliver Lubrich en su libro (pronto a editarse en el momento de redactarse este post) "John Kennedy entre los alemanes. Diarios y cartas 1937-45". De todo el material recopilado de los archivos personales de Kennedy hay muchas cosas que llaman la atención pero ninguna como ciertas constancias sobre su profunda admiración hacia el nazismo imperante y hacia el nefasto Adolf Hitler. No faltan también las ponderaciones hacia Mussolini y el fascismo italiano, por supuesto. Sorprende ¿Sorprende?

Decía Kennedy en su diario personal en la página correspondiente al 3 de agosto de 1937: “Dormí mucho y con un Tour de American-Express llegué a Milán. Bella catedral, una de las más grandes del mundo. Leo a Gunther y llegué a la conclusión de que el fascismo es la cosa más justa para Alemania e Italia, el comunismo para Rusia y la democracia para los Estados Unidos de América”.
Y luego agregaba: “No existe duda de que estos dictadores en sus países, gracias a sus eficaces propagandas, son más amados que afuera” sin dudar un instante declarándose en esas mismas páginas como un "gran fanático de Hitler", según sus propias palabras.

Diarios privados de John F. Kennedy.


Si bien podría llegar a creerse (muy vagamente) que Kennedy "desconocía" algunas cosas que se daban en aquella sanguinaria Europa amenazada (y algo más) por los nazis (de hecho su padre había tenido muy buena relación con los jerarcas nazis del momento...), eso no puede decirse ya en las postrimerías de la segunda guerra mundial. Decía Kennedy en su diario llegando a mediados del año 1945:
“Todo está destruido. No existe un edificio que no esté incendiado. En algunas calles el olor de los cadáveres es terrible”. “La ilimitada ambición por su país lo volvió una amenaza el mundo. Sin embargo, tuvo algo misterioso en su modo de vivir y en su modo de morir, que lo sobrevivirá y crecerá. Tenía la pasta de la que están hechas las leyendas”.

Vamos de nuevo con sus palabras finales sobre Hitler: "Tenía la pasta de la que están hechas las leyendas”...

martes, 26 de junio de 2012

Los eternamente desmemoriados norteamericanos y sus amigos Talibanes

LA HISTORIA DE LOS NORTEAMERICANOS Y SU RELACION CON LA MEMORIA, SIEMPRE HA SIDO LA MISMA. HAS LO QUE YO DIGO PERO NO DIGAS LO QUE YO HAGO... PARECE SER UNA FRASE QUE SE ADAPTA COMO POCAS A SU TAN PARTICULAR FILOSOFIA.

Ronald Reagan y los Talibanes en la Casa Blanca (1983).


Una linda foto para el recuerdo... (a pesar de que más de uno preferiría olvidarla, o bien trataría de que ninguno de nosotros la hubiese visto jamás). El año: 1983. El lugar: la Casa Blanca, sede del gobierno de los Estados Unidos de América. Los protagonistas: Ronald Wilson Reagan, cuadragésimo presidente del país que hace las veces de policía mundial, junto a sus amigos y socios Talibanes... (los mismos Talibanes que hoy en día son tildados por los mismos norteamericanos como "abanderados del terrorismo mundial").
Por aquellos años los norteamericanos y los Talibanes eran lo mismo y, de hecho, no es que hayan dejado de serlo, sólo que ahora se hacen los enojados entre sí. Los negocios son así.
Los Talibanes recibían entonces ayuda económica, política, logística y militar de parte de la Casa Blanca y la CIA, de eso no hay dudas. Incluso Osama Bin Laden fue fogoneado desde 1979 por Estados Unidos y se le dio entrenamiento en un campo de la Central de Inteligencia norteamericana en Afganistán.... La campaña de Estados Unidos en Afganistán ameritaba que las tropas norteamericanas unieran sus fuerzas a las de los talibanes en su lucha contra los "rojos" soviéticos y así lo hicieron, claro...

Si alguna duda queda todavía sobre este irrefutable hecho histórico, basta con recordar las palabras expresadas por el cowboy / pésimo actor de Hollywood y (de paso) presidente Reagan por aquel entonces: "These gentlemen are the moral equivalents of America's founding fathers"... o sea: "Estos caballeros son el equivalente moral a los padres fundadores de América" (textual, 1985).

Pero como para que el mensaje le quede mucho más claro al mundo entero (¿Es que ahora y desde hace unos años se han olvidado de esa parte de sus vidas y su historia los norteamericanos?), la maquinaria norteamericana que no sólo invade países con sus armas y guerras preventivas, marcó terreno y expresó su posición (muy claramente por cierto) con la película "Rambo" (1982) en la cual el indestructible (una pena...) héroe de la nación de las barras y estrellas se unía a los Talibanes en su descarnada (e inexpresiva) lucha contra los rusos (ver foto aquí abajo).

Me queda rebotando una y otra vez aquella frase..."Estos caballeros son el equivalente moral a los padres fundadores de América"... Mmmmm.... ¿sabe alguien qué puedo tomar para la falta de memoria?

John Rambo y sus amigos talibanes.

domingo, 11 de marzo de 2012

El abrazo entre Eisenhower y Franco: el aval del "mundo libre" a la dictadura española

El obseno abrazo entre Eisenhower y Franco en la base aérea de Torrejón.

El 21 de diciembre de 1959 quedará por siempre grabado en la memoria como un día en el que el por entonces presidente de Estados Unidos, Dwight D. "Ike" Eisenhower y el dictador español Francisco Franco, se fundieron en un abrazo que dejó perplejos a propios y a extraños. Atrás quedaban el ostracismo y el oprobio de 1945. Para los norteamericanos, defensores de la libertad de los pueblos, poco y nada tuvieron que ver todas y cada una de las acciones de un Franco que supo ser aliado incondicional de Adolf Hitler durante la segunda guerra mundial. El presidente del "mundo libre" llegó a España sin ocultar un entusiasmo tan incomprensible como obseno. "Ike", tras bajar del avión,  se despachó con un discurso que como resumen dejó sus palabras de satisfacción "por cumplir uno de sus sueños. Llegar a España..."

Tras una breve visita que reunió a más de 500 periodistas (entre extranjeros y españoles), 10 autobuses para comitivas, 15 cabinas de transmisión para los medios de comunicación, 110 aparatos telefónicos para comunicar "la buena nueva" al mundo entero, siete líneas para fototelegrafiar, centenares de cámaras de televisión de los medios mundiales y a casi 1 millón y medio de españoles vitoreando el encuentro, el presidente norteamericano y el caudillo dictador español se abrazaron al pie de la escalinata del avión en la base aérea de Torrejón, cerca de Madrid, para sellar lo impensado: el formal apoyo de los Estados Unidos a la más sangrienta y feroz dictadura de la historia española.
Si faltaba alguna otra prueba para demostrar que Francisco Franco se había salido (parcialmente) con la suya, ahora los hechos se encargaban de eliminar la duda: España lograba cambiar el aislamiento al que había sido sometida desde finales de la segunda guerra mundial, por una complicada y dudosa integración al sistema diplomático, militar y (por supuesto) económico de occidente.

No importaba ya si Franco había apoyado a Hitler. No importaba si la nación que dice defender los derechos humanos en cada rincón del planeta hacía la vista gorda ante las atrocidades franquistas de la España de entonces. No importaba nada. Después de todo, al fin y al cabo, los Estados Unidos (de siempre) y la España (de Franco) estaban firmemente unidas por algo: su desbocada y frenética lucha contra el comunismo.

Para España llegaron grandes cambios que difícilmente puedan opacar lo obseno del encuentro: España logró entrar en la Organización mundial de la Salud, la UNESCO y la OIT, entre otras cosas. Rápidamente y tras este aval norteamericano a la dictadura de Franco, España viró bruscamente de una economía agrícola a una decididamente industrial. España también logró su ingreso al Fondo Mundial Internacional, el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación Económica Europea y finalmente logró mostrar "orgullosa" al mundo como su tasa de crecimiento anual real llegaba al 7% y cómo ingresaba al círculo "exclusivo" de los países con una renta por habitante superior a 2.000 dólares.
España quedó dividida una vez más (como si ya no lo estuviera). Tristemente dividida, entre los aduladores de las "supuestas mejoras económicas y el atropello al otro" y los españoles que aún soñaban con una patria en donde el respeto, la dignidad humana, la libertad y la unidad real fueran algo posible.

La poco decorosa memoria siempre tan selectiva norteamericana, una vez más exhibida en la máxima expresión. Los planes de eternizarse en el poder ilegítimo que ostentaba, vilmente utilizados como centro de la cáscara que pretendía mostrar un amor incondicional por España por parte de Franco, también elevados a la máxima potencia.
Ese abrazo, obseno y prepotente, entre Eisenhower y Franco, les costó caro a los españoles. Muy caro.